Una de las piezas más emblemáticas y antiguas del folklore de Valladolid, recibe este nombre por su coreografía inspirada en el comportamiento sexual entre unos zánganos que intentan conquistar y cortejar a unas abejas que responden con evasivas y desprecio. Finalmente las abejas acaban clavando el aguijón a sus rondadores, hecho que se representa en la coreografía con la famosa "culada".
Baile de cortejo
En 1931 ya existía una descripción de la danza antigua del Zángano que sirvió de inspiración para las autoras de la coreografía, Angelita de Andrés y Pilar y Carmen Tejeiro, en el montaje de la danza que actualmente se conoce. La pieza se presentó en 1956 en el Concurso Nacional de Coros y Danzas, quedando en buena posición y siendo premiada en el Congreso Internacional de Danza de Madrid de 1958.
La danza se ejecuta con una clara separación entre bailarines y bailarinas para dejar constancia de su talante de cortejo. Parte de la coreografía también se inspiró en pasos de jota populares y otros movimientos creados por Carmen Tejeira, como la salida a ritmo de tambor, o los movimientos embotados de la danza del Bolero de Algodre.
Todo ello converge en una pieza de gran belleza visual en el baile, donde parece que se cuenta una historia con unos ritmos sonoros que cambian acorde con el argumento de la danza.
Pero si algo destaca en esta espectacular jota es la culada representante del aguijón de la abeja, que según Carlos Porro (1) podría ser una variante del baile llano, "charro", "las culadas" o el baile de "p'acá y p'allá” en Zamora. Un movimiento muy similar al que invita también otra pieza conocida del folklore de toda la península, el Pingacho o Pingajo, cuya letra reza así:
Por bailar el pingacho me llevan un real,
báilale morena, baílale con sal.
Báilale de lado, del otro costado,
de la delantera, de la otra trasera
Mira, mira, mira cómo se jalea.
Mira, mira, mira mi cuerpo morena.
Porro también liga la melodía al repertorio de Jesús García, dulzainero de tradición que acompañaba en a ese primer Grupo de Danzas femenino de Valladolid en sus actuaciones. Parte de las notas coinciden con otras composiciones de dulzaineros como Agapito Marazuela o Mariano Encinas, que recuerda a la costumbre que tenían los músicos de interpretar una misma melodía en diferentes ritmos y utilizarla así para distintos bailes y según el momento y la festividad.
Bibliografía
(1) Porro Fernández, C. A. (2001). Algunas aclaraciones en torno a los bailes folklóricos en la provincia de Valladolid. Revista Folklore, 244, pp. 119-127
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